David Alonso

Alonso, ante su atardecer más oscuro

La segunda etapa de Alonso en Renault languidece entre la pesadumbre de los pobres resultados y el histerismo de los continuos escándalos. Todo el optimismo de marzo se fue derrumbando poco a poco y ya sólo quedan las ruinas de lo que hace tiempo pareció un gran proyecto. El accidente de Hamilton y el abandono del admirable Liuzzi (¡igualito que Badoer en Ferrari!) le permitieron igualar su mejor puesto de la temporada, después de otra mala salida y un sábado desalentador. Otra vez. El año se nos escapa entre mensajes de esperanza que nunca se cumplen e intentos vanos por evitar un desenlace lastimoso. El destino está marcado. Y el futuro también. Es de color rojo.

A excepción de 2001, cuando debutó en Minardi, los peores años de Alonso en Fórmula 1 fueron 2008 (con sólo tres podios y dos victorias) y 2003 (con un sexto puesto final). En este 2009 aún no ha subido al podio y marcha undécimo en la general, empatado con Kovalainen. No le están quedando ni las migajas del gran festín. Para un piloto adicto al éxito, esta travesía por el desierto resulta especialmente dolorosa. Su ambición está sepultada bajo un coche poco competitivo y un equipo metido en más líos que Berlusconi. La única lectura positiva de esta sufrida experiencia es que, como él mismo dice, le está haciendo mejor piloto y cuando llegue el momento lo demostrará. Ojalá sea así. La transición está llegando a su fin.

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