Tardes de grito, queja y... fútbol

Tardes de grito y queja pero también de fútbol. Y el riesgo de confundir los escenarios. Para empezar, cualquier clamor debiera empezar por sonar en la Carrera de San Jerónimo, que ahí está el arca que guarda el pecado: las sociedades anónimas deportivas, vampiros de los clubes. Y nunca debería proseguir, ese clamor, en tiempo de partido que hay que estar a lo que hay que estar.

Principio, descanso y final, lo que ustedes quieran; pero no vayamos a la bulla desatados porque el interior izquierdo la acaba de dar picuda. Apoyo al equipo, tres puntos al morral y cada cual que diga lo que necesite decir. Hay quien tendrá la tentación de medir la evidente sensación de desencuentro en términos numéricos, dependiendo de si cientos o miles están en la manifestación.

Se equivocarán los propietarios si piensan "nada, hombre, son tres y el de la guitarra que además toca muy mal". La crítica nace del general sentir atlético, no tanto por la equivocada confección de la plantilla como ante la ausencia de un mensaje certero que empalme con la historia de este club y la ambición que le ha caracterizado. El desencanto atlético se hace grande por la falta de un mensaje atlético.

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