Se sufre mejor en la intimidad

Es difícil saber si en el fútbol se pierde antes la memoria o la paciencia. En Málaga se perdieron las dos en la cuarta jornada tras una derrota ante el Valencia, que solamente era el líder de Primera. Así se las gasta una grada aterrorizada. Censuraron al equipo e insultaron al presidente, Fernando Sanz, el único caso conocido de alguien que se acostó futbolista y se levantó presidente. Sanz está acostumbrado al riesgo. Se lanzó al vacío de la Concursal sin red, se entregó a un entrenador sin pedigrí (Muñiz) en un momento en el que en juego estaba no sólo el descenso sino la supervivencia del Málaga y ha fichado a doce futbolistas y concedido otras tantas bajas para intentar mantener al equipo este curso en Primera. Cabe, pues, concluir que no es la cobardía lo que le lleva a no ocupar la primera fila del palco a partir de ahora.

Rompe así un protocolo casi tan antiguo como el fútbol, que obliga a noventa minutos de educada convivencia con el patrón del vecino. Pero la cosa ha venido a menos en los últimos tiempos. Los presidentes, que ahora se juegan su dinero, se contienen a duras penas en las alegrías y en los atropellos arbitrales. Y quienes se sientan a sus espaldas forofean sin disimulo ni consideración. Al palco no se va como a la ópera. Yo lo comprobé en aquel Madrid-Nápoles a Bernabéu cerrado del 87. El silencio de la grada dejó al desnudo el gallinero del palco, con directivos de uno y otro equipo aullando festejos y lamentos. Sanz pide intimidad en los 90 minutos de la verdad y yo le disculpo. Será hospitalario con el visitante, velará por su seguridad y se despedirá con cortesía, pero cree haberse ganado el derecho a sufrir solo.

Lo más visto

Más noticias