Cuando un 0-0 vale más que un 2-0

Curioso, pero un empate a cero puede valer más que un dos a cero. Por ejemplo, si el primero ha sido conseguido gallardamente, fuera de casa, en un campo como Old Trafford y dando la cara... y el dos a cero todo lo contrario: en casa, sin rival, sin tensión, con pereza. Eso fueron los dos partidos de anoche. El de Manchester, un trance serio e intenso, del que el Villarreal vuelve con un punto más los dos que deja de ganar el Manchester, y que influirán en la cuenta final. El Madrid tiene los tres puntos, pero no ha añadido ningún laurel a su corona, ni ha encendido ninguna luz en estos días de confusión que se alargan.

Aunque el partido se sepa ganado de antemano, hay que jugar con generosidad. Las televisiones compran caros estos partidos, que ocupan el horario estelar de la parrilla. El público asistente paga un buen dinero, a veces ganado con dificultad. En estas noches europeas, madridistas de peñas situadas en puntos lejanos se desplazan en autobús, sacan una entrada cara, emplean horas en el viaje, regresan sin dormir. Todo eso exige un compromiso mayor que el de vestirse, salir y marcar dos goles con el aire sobrado con que se cobra un billete de lotería premiado. Excepciones hubo, sí, pero el tono del Madrid fue ese.

Por eso la mirada se va a Manchester, donde lo que ocurrió fue mucho más serio: un partido en el que un equipo que viene de muy abajo, pero que lleva tiempo viniendo desde allí, y con paso seguro, se batió en la guarida de uno de los grandes del planeta. Jugó con emoción, con interés, con disposición. Jugó como se hace todo en aquella casa: con sentido, con apoyo mutuo entre todos, con respeto por la tarea bien hecha y con cariño por la causa que les une. Ese 0-0 me sabe bien. El 2-0 del Bernabéu no tanto. Uno sólo empató, pero cumplió con su deber. El que ganó, no tanto. Y esta vez no sería por el virus FIFA.

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