La Champions: la que da y la que quita

Los taurinos dicen de la plaza de Las Ventas que es "la que da y la que quita". Se supone que un triunfo en esa plaza acredita a un torero, del mismo modo que un petardazo le hunde en el pozo del escalafón. Eso es, en el mundo del fútbol, la Champions League, antes Copa de Europa. Ahí es donde se reúnen todos los mejores, ahí es donde se comparan, donde se esfuerzan, donde echan el resto. Existe una especie de consenso general: el que gana la Champions es el mejor, merece todos los honores. Es, cada año, la cumbre del fútbol de clubes. En los años impares, la cumbre del fútbol en términos absolutos.

Hoy vuelve a arrancar. El Atlético está feliz porque vuelve a ella, tras años de ausencia derivados de aquellos malos pasos que dieron con sus huesos en Segunda. El Villarreal está feliz porque ha vuelto a ella, tras aquella ocasión tan brillante en la que se quedó a un solo penalti, fallado por Riquelme, de entrar en la final. El Barça y el Madrid se sienten responsabilizados porque saben que cada año sus aficiones esperan que estén ahí hasta los últimos tramos, al menos hasta las semifinales. Todo lo que no sea llegar ahí suena, en sus casos, a poco. Aunque se haya ganado la Liga, aunque se haya ganado la Copa. O ambas.

El Madrid es y será especial por eso: porque ha ganado esta competición más veces que nadie. Seis cuando se llamaba Copa de Europa y tenía menos participantes, menos partidos y cero posibilidades para enmendar errores. Tres con el formato actual. Este Madrid al que vemos tan de cerca y le sacamos tantas faltas por aquello de que no hay gran hombre para su ayuda de cámara, es sin embargo segundo en las apuestas para ganar esta edición. Los planchazos de agosto no entierran el inmenso prestigio del Madrid por un serio motivo: porque está construido en esta gran competición europea. La que da y la que quita.

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