A Madrid y Barça hay que exigirles más

El Numancia se embotelló durante la primera parte y perdió 4-2. Se desplegó en la segunda, jugó con audacia y ganó 0-1. El Madrid jugó con vibración y entrega, contra el marcador, durante la primera parte y entusiasmó, con sus cuatro goles y sus muchas llegadas. En la segunda se sintió estupendo, feliz con su camiseta, su historia, su gol número cinco mil (y los tres siguientes), se desconectó de cualquier relación con el sentido del deber y fue un guiñapo, irritó a la afición y volvió a sembrar todas las dudas que había aventado antes del descanso. El fútbol, como todo, exige mucho para dar algo a cambio.

Como encima la imagen que suele quedar de los partidos es la de la segunda parte, el Numancia se fue como vencedor moral. Eso sí: con el tormento de pensar que jugando así todo el partido podría haber conseguido más. Y el Madrid tiene algo que salvar del partido de ayer, aparte de los puntos: la certeza de que nada está ganado de antemano, dos goles de ventaja en el descanso no le ponen a salvo de nada. Sólo le salva su esfuerzo, el hilo de solidaridad entre sus hombres. Y además eso es lo honrado y lo decente. El público paga un dinero ganado con dificultad y merece a cambio esfuerzo y concentración, no desprecio.

Y lo que vale para el Madrid vale para el Barça. No tiene por qué bastar con media hora de arreón, de febriles regates de Messi, para ganar a cualquiera. No se puede regalar una primera parte, ni se puede tener tan poco ánimo como para que el equipo se desmorone por unas ocasiones falladas y un gol recibido. Ahora que la Premier amenaza en el horizonte, al Madrid y al Barça hay que exigirles más. Más intensidad y más juego. Fútbol todo el tiempo, en todo el campo, en todos los campos. Que ganen o no (y ganar si hacen eso es más fácil) ya es otra cosa. Pero hay que negarles el permiso para el esfuerzo a tiempo parcial.

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