El vicio de pedir y la virtud de no dar

Schuster pidió cinco fichajes para la temporada entrante, y se quedó sin ninguno, podríamos decir, ya que Van der Vaart no estaba entre las peticiones y De la Red y Javi García pueden ser vistos más como canteranos repescados que como fichajes propiamente dichos. Así que tiene sus motivos para estar de mal humor. Pero también debe tener motivos para ser comprensivo. El Madrid embarcó todas sus ansias del verano y todos sus ahorros en una operación superior: la de Cristiano Ronaldo. Con su llegada se hubieran dado por buenos los olvidos del resto. Aquello se torció y hay que repartir las consecuencias.

Además, no creo que fuera culpa de nadie que se torciera. Simplemente, el jugador se echó atrás, él mismo lo ha dicho. Luego sobrevino el daño añadido de lo de Robinho, que lo tomó por la tremenda, y cuando ya se consideró irremediable no había tiempo más que para intentonas frustradas. Los refuerzos que pedía Schuster son todos buenos, algunos excelentes, pero el tiro estaba dado en otra dirección, y él tiene que entenderlo. Y cinco fichajes en una plantilla larga que ha ganado la Liga con record de puntos eran muchos. Obligaban a dar otras tantas bajas, lo que nunca es fácil.

Y, en todo caso, debe fichar el club, no el entrenador. Al entrenador hay que atenderle en determinados matices, pero sólo hasta ahí. Fichar año tras año según pide el entrenador lleva a la ruina, porque se va uno y llega otro al que no le sirven los del anterior, y así sucesivamente. Y si un verano sale mal, y este le ha salido al Madrid fatal, lo mejor es que todo el mundo ponga la mejor cara y se lance al trabajo como si nada. Al fin y al cabo, el año pasado Schuster heredó el equipo campeón de Liga al que se sumaron cien millones en refuerzos. Y él es lo bastante buen entrenador como para sentirse seguro con lo que tiene.

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