Imprudente pero mejor que Diarra

Gago-Diarra, el eje más atrevido de la era Capello y el más comedido de la era Schuster. Sólo cinco veces antes de esta tarde ha metido a los dos el alemán en el once inicial y en cuatro de ellas el Madrid jugaba fuera: Valencia, Sevilla, Murcia y Huelva. Huele a matrimonio de conveniencia en campos antipáticos, a remedio con contraindicaciones. La pareja no mezcla bien y, vistos los datos, así lo cree también Schuster, que durante la primera vuelta le entregó el puesto de mediocentro al malí (diez veces titular de las once en que eligió entre uno y otro) y durante la segunda al argentino. Yo estoy con él. La cosa queda en uno u otro, porque los dos vienen a ser lo mismo: el recuperador, el primer defensa sin el balón, el primer atacante con él.

Yo me inclino por Gago, que en quite está a la altura del africano y en toque varios escalones por encima, pero a veces es presa de la ansiedad. El puesto exige priorizar el sitio preciso sobre el estar en todos los sitios y minimizar las pérdidas. Y Gago, a ratos, arriesga hasta la imprudencia y gasta energías donde no es útil. Tiempo le queda en el fútbol para corregirse.

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