La Liga y su enorme embrollo televisivo

Ya saben: hay guerra del fútbol, con cuyos detalles intentamos no cansarles mucho en este periódico. Consecuencia de ello, la Comisión Nacional de la Competencia ha pedido informes a las partes sobre qué debe hacerse, y la Liga ha explicado en el suyo, entre otras cosas, que sería conveniente eliminar la obligatoriedad del fútbol en abierto. Estoy de acuerdo. Partido obligado en abierto no hay en las ligas próximas, con las que competimos (Inglaterra, Italia, Francia...). Lo hay aquí por un extravío al que indujeron dos personajes hoy olvidados, uno ex ministro y otro ex radiofonista, a quienes Dios guarde.

Ahora la Liga informa contra eso, igual que hace poco acunaba la fórmula de cuatro partidos en abierto por semana, jaleada insensatamente por quienes no tenían otro interés que alborotar en busca de peces en río revuelto. La guerra del fútbol que vivimos ha tenido, tiene y sigue teniendo, un triste agente en la Liga, que debería ser el espacio de acuerdo de los clubes, pero que en la práctica no es más que el Patio de Monipodio de dos coleccionistas de fracasos sonreídos por la Diosa Fortuna, que les ha depositado graciosamente en una casa en la que apalean millones ajenos a su antojo y provecho.

Hablo de Astiazarán, que fue presidente de la Real y la dejó con media estocada en el hoyo de las agujas, y de Javier Tebas, cuyos clubes asesorados fueron todos a peor: Badajoz, Leganés, Alavés, Betis... Ellos son los que cogen los teléfonos en la casa común del fútbol y la lían. La Liga no tiene liderazgo, los partidos saltan de día y hora, los criterios cambian y todo el mundo cruza los dedos para que al final de esta guerra alguien ponga los dineros que un aventurero prometió y que todos se han gastado ya de antemano. Total: todo está en el aire menos los suculentos beneficios de estos dos venturosos ignorantes.

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