Sergio Ramos juega con fuego

Hay pocos futbolistas en el mundo buenos en las dos áreas. Y el Madrid tiene uno, Sergio Ramos, autor del gol del año, aquella tela de araña de 28 pases y 65 toques con la que la Selección atrapó a Dinamarca camino de la Eurocopa. Él dio el último muletazo, un remate cruzado suave y certero, una fantasía que no se espera de un lateral. Marcó cinco goles en la Liga pasada y lleva ya tres en ésta. Y además defiende con carácter de león y velocidad de gacela, en la banda y en el centro. Y no se manejó mal como mediocentro cuando le dio el puesto Luxemburgo. Pero tiene un pronto peligroso, un genio mal calculado que le pone demasiadas veces al borde de la ley.

Ayer, con el clásico ante el Barça en el horizonte (soberbio su partido allí la temporada pasada, con gol incluido), se calentó imprudentemente ante el mexicano Vela, un extremo habilidoso e incordión que minutos antes le había burlado con un caño de tacón. Fue fea su plancha junto a la línea de fondo, en una jugada de poco provecho, y arriesgado después el paseo de su codo cerca del rostro de Héctor Font. En la frialdad del Bernabéu lo toleró Teixeira. En la caldera del Camp Nou tendrá más fácil el gatillo Mejuto.

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