Con la mirada puesta en el Camp Nou

Jugó mejor Osasuna, pero ganó el Madrid. Esas cosas pasan. Cuestión de pegada, sobre todo, y un poquito de suerte. Para Osasuna queda la satisfacción del deber cumplido, el buen fútbol lucido por todo el campo, el haberle dado, en largas fases del partido, todo un meneo al Madrid. Y eso con bajas serias, sobre todo con el medio campo muy debilitado. Para el Madrid quedan los puntos, que le mantienen íntegra su lucida ventaja de cuatro ante la visita al Camp Nou. Una visita que me parece ya había empezado ayer, porque el Madrid jugó como ausente. Ni siquiera el público vibró.

Lo malo es que jugó demasiado mal, y volvieron las dudas sobre las soluciones que a Schuster le habían servido últimamente. La media titular fue Sneijder-Diarra-Baptista y no resultó. La cosa acabó en Sneijder-Gago-Guti, con lo que el juego fue algo mejor (o menos malo) pero que parece una fórmula demasiado atrevida para el Camp Nou. Es como si Schuster barajara nombres sin encontrar la fórmula ideal. El público, desde luego, se fue preocupado. Con un partido así el Madrid es carne de cañón en el Camp Nou. ¿Abandono pasajero? Quizá. Pero el partido del Madrid resultó inquietante de puro malo.

Como inquietante de puro malo es nuestro arbitraje, y no lo digo por el partido del Bernabéu, sino por todos. Ver multifútbol (ejercicio que recomiendo) es, entre otras cosas, ver condensados en dos horas seis o siete arbitrajes y asistir a una desoladora sucesión de errores, muchos de ellos evitables, y concluir que muchos árbitros no están preocupados por lo que deben estar preocupados, sino por imponer su ego sobre todo lo que ocurre. Y en tarjetas, codazos y chafunes hay una diversidad de criterios que tiene liados a los futbolistas. El fútbol es un juego, sí. Pero es que con estos arbitrajes es una ruleta.

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