Ya me da escalofríos ver tanto codazo

Alguna vez me he referido a este asunto, pero tengo que insistir: los árbitros descuidan demasiado el rigor ante los codazos. Empieza a ser una plaga. Cojan una película de fútbol de años atrás (diez, veinte, no digamos treinta o cuarenta) y no verán tal cosa. Siempre hubo jugadores que al saltar extendían un brazo, para asegurar la posición, para incomodar el salto del rival, al que pretendían dejar encajado bajo el sobaco. Hubo algunos muy buenos especialistas en eso. Recuerdo particularmente a Zoco, medio defensivo del Madrid en los años sesenta y primeros setenta. Era simplemente un truco.

Pero aquello ha degenerado en el brazo que se dobla, se hace punta en el codo y golpea, más o menos disimuladamente. A veces poco disimuladamente, o nada disimuladamente. El vicio se ha ido extendiendo, por aquí y por acullá, hasta el punto de que ya degenera en guerra preventiva, que es el acabóse: meto el codazo por si el otro me lo pretende meter. Y una y otra vez un codo percute con una cabeza, siempre con algún daño: sólo dolor a veces, y un chich otras veces, una corta conmoci en ocasiones, fractura, como el caso de Diarra y Crespo; o susto gordo, como cuando Javi Navarro y Arango.

Me temo que los árbitros (no sólo los de aquí, no especialmente los de aquí) se han hecho demasiado permisivos con esto. Me repatea ver tanta tarjeta por asuntos menores y tanto codazo que pasa sin amonestación. El codo es duro y percute en estas jugadas contra una parte muy sensible del cuerpo, la cabeza. Y no hay razón posible para admitirlo. Se puede dar una patada sin intención porque se llega tarde al balón, pero el codo nunca busca el balón, sólo puede buscar la cabeza. No hay que esperar a que suframos una tragedia de verdad para que entre todos, y sobre todo los árbitros, paremos esto.

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