Cuando Schuster habla, sube el pan

¿Es necesario que Schuster hable tres veces por semana? Eso le planteaba yo el otro día a un alto personaje del Madrid. La costumbre de que los entrenadores hablen frecuentemente data de tiempo inmemorial y nunca ha tenido mayor provecho. Se empeñan en hablar lo menos posible de las entretelas tácticas, quizá por miedo a desvelar que esa ciencia de que viven da poco de sí. Ocultan, como debe ser, los chismes del vestuario, la información comprometida. Salen del paso, en fin. Algo generalmente aburrido e inocuo. Salvo con Schuster en el Madrid. Cada vez que habla sube el pan.

Ahora se ha quejado de que el árbitro de Sevilla era catalán. Tan catalán como hace pocas semanas, cuando le quitó al Almería un gol como un templo en el Bernabéu. Penalti a Raúl hubo, pero antes lo había habido de Diarra a Navas, y hubiera podido valer el 3-0. La expulsión de Sergio fue un exceso, pero a nadie hubiera extrañado una roja a Diarra cuando mandó al hospital a Crespo con el pómulo roto de un codazo. El Madrid no perdió por el árbitro, perdió porque el Sevilla fue mejor. Y porque no supo rehacerse de los dos goles. Palop vivió un partido tranquilo. Casillas lo pasó entre sobresaltos.

Schuster, como todo entrenador, acaba por ser la cara del club. Y es una cara mala, para el Madrid, y para la concordia general. Yo me tomaría en serio sustituirle por algún tipo de portavoz técnico (quizá Javier Lozano, el ex seleccionador de fútbol sala, tipo de buenas maneras) que acordara previamente con él qué mensaje no ofensivo a nadie se debe transmitir. No lo digo en broma. Esto al Madrid le hace daño. Un club con tan gran aparato de imagen, que incluye hasta una televisión propia, no puede dejar asunto tan delicado al albur de las ventoleras de Schuster. Así se ganará más y más enemigos día a día.

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