El Sevilla descarriló al Madrid

No, el Sevilla no es el Valencia. Eso pensaba yo en el descanso del partido del Sánchez Pizjuán, al que el Madrid llegó ya dos goles por detrás, más un penalti indultado, y en franco desconcierto. Y cuidado que empezó bien: saliendo a buscar, tapando la salida del Sevilla, enérgico para recuperar el balón, sereno para jugarlo. Pero no, el Sevilla no es el Valencia, y ese buen juego apenas producía peligro. El ataque del Madrid parecía el intento de arañar una pared de piedra. Y en el otro lado, lo contrario. Goles cobrados en jugadas vertiginosas, que derrumbaban el sistema madridista fácilmente.

Y tras esos goles se escapó el buen juego del Madrid, al que la impotencia se le notaba en codazos y tarascadas, algunas fuera de tiempo, otras en zonas peligrosas. ¿Qué fue del juego de Valencia, cabía preguntarse? Pues es que ante este Sevilla del siglo XXI todo es de otra manera. He ahí un equipo que lo tiene todo: es compacto y ordenado, es duro, tiene una altísima calidad media en sus jugadores, tiene velocidad de juego y la tiene en todos sus miembros, uno por uno. Y tiene fortaleza mental y física. Recibe y responde, pero no se distrae por ello de su objetivo principal: jugar y ganar.

Y eso que anoche le faltó un punto de excelencia en el fútbol de ataque que otras veces sí ha ofrecido. Durante la primera parte esperó, combatió y demolió al contraataque. Luego, sí, diez contra once (el árbitro le devolvió el penalti al Sevilla en la segunda de Ramos y en el penalti negado a Raúl) ligó algo más de juego, llegó más, aunque le faltó precisión en la última puntada. Pero es un equipazo. Perdió en el Manzanares, sí, porque el Atlético de hoy tampoco es cualquier cosa, pero ayer frenó en seco el despegue del Madrid. Con esos puntos y, sobre todo, con ese juego, aún puede pensar en cualquier cosa.

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