El regreso a España de Ronald Koeman

Vuelve Koeman, cuyo aspecto (en años más juveniles) nos sugería el de Tintín, esa gran creación de Hergé con cuyos libros disfrutaron dos generaciones. Sólo por eso ya merece caer bien. Y también porque dejó un sello inolvidable en el fútbol español, con aquel gol suyo en Wembley ante la Sampdoria, que valió la primera Copa de Europa para el Barça. Uno de esos momentos que el tiempo no borrará. Era un gran jugador en un gran equipo. Tenía colocación, desplazaba en largo muy bien el balón atacando la retaguardia del rival cuando éste se adelantaba para tapar a los Guardiola y compañía.

Pero ahora viene a hacer de otra cosa. Viene a hacer de entrenador a un fútbol difícil, a un club aún más difícil. Mestalla pide fútbol bueno y muchos han comprobado ya que allí con ganar no basta, que hay que gustar. Quizá por eso Óscar Fernández planteó su partido ante el Madrid con una osadía que pagó cara. Koeman nos hace evocar aquel 'dream team' que sucedió a La Quinta del Buitre. Entre ambos equipos cubrieron nueve títulos de liga sucesivos conseguidos todos a fuerza de puro buen fútbol. Fútbol de ataque, de ingenio, de arte, de llegada lúcida y rápida por todas partes.

Aquellos nueve años cambiaron el gusto del fútbol español, que ya rechaza a los amarretes, y no sólo en Valencia, aunque en Valencia tanto o más que en ningún sitio. Ya no vale ganar la Liga a lo Capello, ni a lo Benítez. Se pide más. Pero, ojo, el Koeman entrenador no es un audaz de la escuela holandesa. No sé si Soler ha pensado en eso. Koeman ha caído hace tiempo (desde el Benfica, ahora en el PSV) en el modelo amarrategui. Su contratación me hace recordar una feliz frase de Menotti: "Lo malo no es que echen entrenadores, lo malo es que no saben para qué los contratan."

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