Un extremo da más que quita

Sospecho que el extremo puro es el lince ibérico: se extingue porque el fútbol le ha dejado sin hábitat. Son poco versátiles. Dan velocidad, desborde y centro. Pero los entrenadores les piden vuelta con su lateral, auxilio a los pivotes para evitar que el equipo se parta en dos y, a veces, papeles a banda cambiada, que dan más gol. Ahí dejan de estar cómodos y entonces se reciclan o se pierden.

Joaquín, el mejor de aquí, ha sufrido para tener sitio en el Valencia. Y Robben, posiblemente el mejor de fuera, ha llegado al Madrid porque Mourinho fichó a Ballack y Shevchenko y cortó las alas al Chelsea... para ganar sólo la Copa. De los extremos se admite su intermitencia y cierta falta de participación, pero dan más que quitan y obligan al rival a dispersar su defensa y a despoblar el centro, la madre del cordero. Bienvenido, pues, Robben, que hará al Madrid menos previsible.

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