Jornada clásica de partidos trampa

Vuelve la Liga, tras el parón. Y vuelve con un puñado de partidos entre los que ninguno presenta una emoción especial, más allá de la cotidiana de la Liga, que no es poca. Pero ya me entienden: los favoritos no juegan entre sí, sino ante equipos de menos tronío. Y sin embargo, no descarto bombas este fin de semana, ni siquiera la descarto en el Bernabéu esta noche. Son justo estos partidos a la vuelta de semana internacional y en los que un grande se enfrenta a un menos grande los que más temen los entrenadores de los equipos aspirantes a ganarlo todo, a ganar siempre. Son días de despiste.

Porque el equipo chico tiene menos internacionales, a lo mejor uno o ninguno, y el grande tiene muchos, a veces incluso más de once, como es el caso del Madrid. El equipo chico lleva catorce días pensando en este partido, entrenándolo con ilusión, practicando movimientos, recuperándose de la fatiga, cargándose de ilusión. En el equipo grande se han quedado en casa unos pocos, medio aburridos, haciendo un paripé de entrenamiento, mirándose unos a otros con cara de qué poquitos somos, cómo perdemos el tiempo, somos el carrito del pescado de un equipo lujoso, lleno de internacionales...

¿Y los internacionales? Esos han tenido cada uno su guerra. Uno ha vuelto a su selección después de un año y ha marcado por dos veces, a otro le han cosido a patadas en Albania, aquél vuelve de Australia con dolor muscular, o en el corazón porque viajó lejísimos y no jugó, el otro se ha corrido una juergaza entre dos vuelos largos y los españoles han visto una vez más que cada vez que juegan sube el pan. Ahora regresan y se reagrupan para un solo entrenamiento serio, con la cabeza en otra cosa y el sueño quizá alterado y pensando que el partido se va a ganar solo. Y ningún partido se gana solo.

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