El fútbol nace en la mano del portero

Me lo hacía ver el día del Madrid-Atlético un buen aficionado: "¿Has visto que ahora Casillas saca con la mano, al pie de un compañero?" Y sí, ya lo había visto. Y lo vi de nuevo en El Madrigal, y lo contrasté en mi memoria con tantos y tantos saques de Casillas largos con el pie, un poco al buen tun-tún, otro poco con la intención difícil de que Raúl o cualquier compañero mártir cazara la sandía al vuelo, la controlara entre dos defensas contrarios e hiciera de ella un balón útil. Y cuando digo Casillas y Raúl digo cualesquiera otros. El saque largo del portero con el pie define un modelo de juego. O de antijuego.

El otro modelo es el saque con la mano al pie de un compañero. Bernardo Salazar, mi historiador futbolístico de cabecera, me dice que la primera vez que se vio tal cosa en España fue cuando vino el Honved de Boszik, Kocsis, Puskas, Czibor y demás (primeros cincuenta) a jugar aquí un amistoso. Aquel equipo produjo un avance en el fútbol. El portero, Farago, sacaba con la mano al pie de algún defensa o medio, y ahí nacía la jugada. Rompía la norma del voleón largo, a la disputa de cabeza allá a lo lejos, y a ver qué pasa. Eso venía de la tradición inglesa. Del viejo y recio fútbol de los inventores.

Cuando empecé a ver partidos ingleses en televisión noté que el realizador destinaba una cámara a la pelea entre el nueve de los que sacaban y el central de los que esperaban, en busca de su duelo destinado a rebotar el balón hacia algún sitio con algún remoto provecho. Y eso siguen haciendo muchos equipos, allí y en otros sitios. El portero saca largo, dos saltan y los demás ocupan sus puestos para el rebote, como en béisbol. Pero el buen fútbol nace en la mano del portero. Para ti, y a jugar. Claro, que para eso hacen falta futbolistas buenos. Como los que ahora tiene delante Casillas.

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