Ante el descalzaperros de Salónica

La Selección viajó a Grecia en medio de las ansiedades por el inminente comienzo de la Liga y se encontró con un patatal. Ahí tienen las fotos. Campo duro, hierba que amarillea, hoyos por doquier. Un campo peligroso. Luis decidió que más valía no entrenar allí, y anoche, mientras escribía yo este artículo (que no pude demorar más por las exigencias del cierre) se discutía aún si el partido se podía jugar o no, si marcharse a otro sitio a toda prisa, si cambiar la fecha o si mandarlo a paseo. El incidente refleja la falta de profesionalidad del mundo de las federaciones en general, que es como es.

Porque nosotros no podemos quejarnos. No hace mucho que se convocó un España-Argentina en Murcia, en un campo nuevo y precioso... que aún no estaba en condiciones. Se inauguraba esa noche, apresuradamente, desde luego. El Murcia se cuidó de no jugar ahí hasta pasadas unas semanas, para que el césped arraigara. Pero España y Argentina sí jugaron, entre patinazos de los jugadores sobre chuletas de césped que se movían como pieles de plátano, y de ahí volvió el atlético Maxi con una lesión que le costó prácticamente la temporada. El Atlético aún tiene un pleito pendiente por eso.

Cuando el mundo de los clubes se enfrenta a las federaciones por el uso que éstas hacen de los jugadores, gratis, tiene su razón. Y hechos así contribuyen a dársela más y más. Los clubes son, en lo que cabe, y cabe bastante, serios. Las federaciones, no tanto. Las federaciones están con frecuencia ocupadas por gente desahogada que se hace con un poder que administra mal. Sólo ellos son capaces de estos horrores, que avergüenzan al aficionado, ponen en peligro al futbolista y desprestigian al fútbol en general. No hay esmero, no hay cuidado. No hay más que simple y feroz cara dura.

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