El ciclismo recupera su mejor cara

Contador apretaba los codos, daba bandazos por el costado de la carretera, apretaba los dientes y todos sufríamos. Le atacaban desde dos poderosos continentes, desde América y desde Australia. Le atacaba el compañero de equipo, Leipheimer (con todo el derecho del mundo, que conste) y le atacaba el enemigo previsto, Evans. Contador apretaba y apretaba pero se le iban escapando los segundos mientras la meta seguía lejos. Y todos recordábamos aquel Tour que Roche le quitó a Perico en la última contrarreloj. Y aquel milagro de Lemond sobre Fignon, en la misma meta del Arco del Triunfo.

Contador fue perdiendo segundos, sí, pero ahorró unos pocos para el final. Ya nos acordábamos de los tres de la víspera y de los ocho entregados a Leipheimer en el Aubisque cuando empezó a presentirse la meta más cerca. La última referencia era esperanzadora, casi definitiva. Sobraba algo, aunque muy poco. Nada que le hubiera puesto a salvo de un pinchazo, de un tropiezo en una curva mal trazada, de una mínima avería. Pero no tenía por qué ocurrir y no ocurrió. Contador sufrió pero hizo sexto en la contrarreloj grande del Tour, que no está nada mal. Está incluso muy bien para todo un escalador.

Porque Contador es ante todo eso, un escalador, el tipo de corredor favorito de este viejo país. Ciclista enteco, sufridor, capaz de latigazos en las rampas más duras, cuando el sol sofocante funde el asfalto y a la mayoría de los ciclistas se les suben los caracoles por los radios. Con esos latigazos ha definido su ciclismo, pero con el buen desempeño en la contrarreloj se ha acreditado como algo que está más allá de un buen especialista: como un 'hombre-Tour'. Hoy lucirá orgulloso el amarillo, ganado a ley, por los Campos Elíseos. El ciclismo recobra su mejor cara y España tiene un nuevo héroe deportivo.

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