Cada año que acaba se nos van algunos

Cada temporada que termina tenemos que sacar el pañuelo y despedir a algunos héroes. Tipos que han pasado por nuestra vida sin conocernos, pero que nos han dejado huella. Llegaron cuando eran chavales, se van talludos y con costurones, porque el cuerpo no les aguanta esas exigencias del deporte de máximo nivel que propone nuestra Liga. O se van a otro lado, con la música a otra parte, como Ronaldo y me temo que muy pronto Torres. A esos les seguiremos viendo, pero de visita, lo que hará la nostalgia más aguda. A los otros los guardaremos para siempre en el santoral de la gente que nos hizo felices.

En las centrales de este periódico va una bonita entrevista de Tomás Guasch con uno de los que más recordaremos, Pablo Alfaro. El hombre malo. También a él le recordaremos con afecto, al menos los que nunca nos hemos cruzado sobre el césped con él. Y los que lo han hecho, también. El tiempo borra lo malo y destaca lo bueno, que en su caso existe, y mucho: la entrega, la profesionalidad, el saber estar. La aceptación de un papel de complemento en un juego hermoso en el que las dificultades que gente como Alfaro opone hacen más meritorio lo que hacen los artistas, los mejor pagados.

Se van unos cuantos, decía. Para siempre o un poco por ahí, quizá con ánimo de volver, quizá no. Para todos es este abrazo en forma de artículo. Para que sepan que no los vamos a olvidar, que nos han hecho pasar muy buenos ratos y que dejan detrás un respeto imponente. Les habremos atacado a veces, seguro. El aficionado desde la grada, el periodista desde los medios. Pero ahora les vamos a echar de menos, llámense Urzaiz, Alfaro, Ronaldo, Torres o quien sea. A la vuelta de los años comprobarán cuánto afecto dejan atrás, cuánto cariño han acumulado. Cómo de agradecidos les estamos.

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