Niño Torres: hacia el final de una época

Parece que esta vez va en serio, que el Niño Torres se va. Hace algunas semanas tuve esa sensación al escucharle en El Larguero tras el 0-6 ante el Barcelona. Percibí en sus palabras un profundo desengaño con el club y con su propia situación: "¿Qué querían? Había unas pancartas... En una ponía: 'Llevo un dos en la quiniela, no me lo vayáis a joder'. ¿Qué querían?" El Atlético afrontó ese partido desde la confusión y salió aún más confundido de él. Hace tiempo que pienso que ese club necesita un líder que le devuelva a su sitio natural, el tercer club de España con aspiración a más. Pero no lo tiene.

Sostener al Atlético está siendo una tarea agotadora para el Niño Torres, cuánto más levantarlo. Es cierto que está bien pagado, pero no más de lo que podría estarlo en otra parte. Los años se le escapan y no se ve alternando en el fútbol grande, el de las candilejas de la Champions, sino como bandera de un club confuso en el que cada jugador que llega de fuera parece menos de lo que había sido antes, en el que Sabina puede abandonar el palco que comparte con Serrat cuando la goleada le hastía, pero en el que él tiene que apurar el cáliz hasta el final en el césped. Sin joder a nadie el dos en la quiniela.

Me da lástima. Siempre me han gustado esos jugadores que agotan su carrera en la misma casa, eso que los ingleses llaman 'one club man', hombre de un solo club. Torres es del Atlético, siempre dejó claro que al Madrid ni hablar, que si acaso al Barça, pero que lo primero era el Atlético. Pero tira y tira y las ruedas del carro se atascan en cualquier sitio. Y mientras Sabina canta a la derrota y se marcha del palco él ve que su vida de futbolista se puede consumir sin gloria, que estos años no volverán. El Liverpool viene en serio, parece. Un nuevo capítulo está a punto de cerrarse en la vida del Atlético.

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