Un doblete que debería traer la paz

Tras la Liga de fútbol, la Liga de baloncesto. El año, que empezó convulso, ha acabado triunfal para el Madrid, que ha llegado al éxito en los dos grandes deportes de equipos del país por caminos distintos. En fútbol, con Capello, un clásico, un grande, mirado con desconfianza por la afición (hasta el punto de forzar su marcha pese al éxito), que ha tenido que desmontar un equipo para hacer luego otro. En baloncesto, con Plaza, un principiante que accedió al cargo tras renuncias de otros. Aprovechó bastante del equipo que había y lo mejoró notablemente. Sobre todo la atmósfera. La gente le quiere.

Y en medio de todo, Calderón. Me pregunto si esta doble victoria le calmará y le alejará de ciertas tentaciones de eterno candidato en las que con frecuencia cae, y que hacen que sus críticos se froten las manos con fruición. Me pregunto también si sus críticos aplacarán su severidad ante este doble éxito, que contrasta tanto con los tres últimos cochambrosos años del florentinato, tan distantes de los tres primeros. Pero es que la gloria de los tres primeros fue tanta que el polvo de los tres siguientes no la borró. Los nostálgicos de Florentino olvidan el último periodo, en el que ejerció de Homer Simpson.

Y esa carga lleva aún a la espalda Calderón, que vive rodeado de escopetas de caza. Y cada vez que mete la pata, aunque sea un poquito, o cada vez que alguien quiere figurarse que ha metido la pata, todas disparan, y el Madrid vive entre estruendo, humo y olor a pólvora. Esto se cura con unas elecciones, que no piensa convocar, o con tiempo y tiempo de prudente y acertada gestión, a ser posible acompañada de éxitos, como los que han llegado. El doblete quizá no traiga la paz al madridismo, puede hasta acelerar a los críticos más duros del presidente, pero que al menos sirva para tranquilizar a este.

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