Sevilla, la Copa: el fútbol hecho pasión

Veo la marea blanca y roja, veo al equipo blanco y rojo dando la vuelta al campo y siento retumbar en mis oídos las palabras que escuché a mediodía a un Del Nido casi desaforado, en la carpa sevillista "¡Que lo sepa España entera! ¡Sevilla, qué maravilla!" El prócer sevillista vive días felices y con razón. Su obra está ahí, con el tercer trofeo del año, tras barrer al Barça en la Supercopa europea y arrancarle al Espanyol la Copa de la UEFA. "Me conformo con ganar las tres", había dicho. La Liga se le ha escapado, pero estuvo en carrera hasta la penúltima jornada. Este Sevilla es algo muy serio.

Es el fútbol hecho pasión. Pasión de Del Nido al concebir su obra y llevarla a cabo, pasión de las decenas de miles de sevillistas que vinieron a Madrid e inundaron la ciudad, que ayer estrenó calor nuevo para ellos, pasión de un equipo que no se entrega, que corre en cada zona del campo como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Pasión sevillana por un deporte que inventaron en Inglaterra con otra idea (pierna fuerte, balón largo, carrera enérgica, salto firme y noble) y que llegado a tierras latinas cobró un tono artístico que le convirtió en el más universal de los juegos.

Sevilla, Campeón de España. De fútbol y de salmos, porque el himno de Arrebato no tiene igual. Está a la altura de ese equipo poderoso, cargado de fe, de compromiso y de fútbol. Un equipo para las cuatro estaciones. Un equipo hecho de jugadores para todo el campo, para todo el tiempo, para todos los campos. También para las ocasiones más solemnes, como esta final que acaba de terminar. Otro equipo, este vestido de azul, se va a la ducha derrotado pero orgulloso. El deporte es un ámbito en el que la derrota es tan honorable como la victoria. Pero sólo podía haber un campeón: el Sevilla.

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