La Selección y el principio de Arquímedes

Llega la Selección, luego para la Liga. Llega y además el primer día se lesiona el Niño Torres, encima por plantillazo de un madridista, Sergio Ramos. Torres tiene para diez días, así que se queda fuera de este doble compromiso, más importante de lo que parece, porque no nos sobra nada y hay que ganarlo todo. Y lo de Liechtenstein (el próximo miércoles) no debería presentar problemas, pero lo de Letonia es una trampa báltica. Lástima porque el Niño Torres acaba de ganar, o me lo parece, su ansiada lucidez cara al gol. Ya no se le bajan las persianas ante los porteros, como se vio en Getafe y en Tarragona.

Pero casi puede decirse que el tema en torno a la Selección no está en ella, sino en su inmersión en la realidad apasionante que nos ocupa: la Liga. Y ya lo dijo Arquímedes: toda Selección introducida en la pasión liguera experimenta un empuje hacia fuera igual al volumen de pasión que desaloja. El volumen de pasión que desaloja es un Zaragoza-Madrid, más un Barça-Espanyol, más un Mallorca-Sevilla, más todo lo demás, UEFA y descensos en juego. De repente nos piden que miremos a Letonia y a Liechtenstein, que dejemos aparcadas esas ansiedades inaplazables. Y claro, nos estorba la Selección.

Mala suerte, desde luego. No es culpa de la Selección. Estas fechas las tiene destinadas el calendario internacional a las selecciones desde la idea de que los campeonatos locales terminan justo antes. Y así es en todo nuestro entorno, que tiene las ligas finiquitadas y las finales de Copa resueltas. Pero aquí, entre que empezamos después que otros, somos veinte y no dieciocho como casi todos los demás, jugamos la Copa a ida y vuelta y hay el chupetín de la AFE en Navidad, aún nos quedan dos jornadas pendientes. ¡Y qué jornadas! Pero no es culpa de la Selección. Sólo que todo le cae a ella, la pobre.

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