El hermoso ejemplo de Osasuna

En el Reyno de Navarra se produjo una paradoja: Osasuna ganó contra la intención de un buen sector de su público, los Indar Gorri. Un ambiente inusual, cocido en el mismo caldo en que se guisó el Atlético-Barça, pero salió al revés. Los jugadores de Osasuna prescindieron del capricho de su público radical, que recordaba un favor de la Real en sentido inverso en el 2001 (Lotina mediante), y que sobre todo se siente animado por un sentimiento panvasquista y lamentaría de forma especial el descenso de la Real. Olvidando, quizá, que el favor a la Real sería un disfavor al Athletic, metido en el lío.

Pero los jugadores pasaron, fueron a lo suyo, cruzaron el medio campo, marcaron dos goles y pusieron a la Real a las puertas de la Segunda División. Tuvimos un partido íntegro, como deben serlo todos. La Liga es muy larga, se juega con soles y con lluvias, con calores y con fríos, con lesionados y sin ellos, contra equipos en forma o decaídos, de día o de noche, con arbitrajes buenos o malos (a veces peores). Todo puede cambiar menos una cosa: el deseo de ganar de los dos contendientes. Eso es imprescindible para que podamos considerar que el partido es de verdad. Y el de ayer lo fue.

Y hay que agradecérselo a esos once muchachos vestidos de rojillo, porque los pactos vasconavarros vienen de antiguo, ya huelen y han hecho más daño a la imagen de aquellos clubes del que ellos imaginan. Y porque es bueno que el fútbol salte por encima del criterio caprichoso de los Indar Gorri y asimilados (a los que se enfrentó buena parte del público sensato del Reyno de Navarra) para que de ese modo baje o deje de bajar el que lo merezca, no el que encuentre paisanos (o así) en el momento adecuado. Partidos íntegros, eso es lo que necesitamos al final de la Liga. Luego, que gane el mejor.

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