La UEFA pone las cosas en su sitio

España, capital Glasgow. No es la Champions, pero es lo que más cerca le anda. Es un grito de orgullo de nuestra Liga, que tiene un valor medio alto, demostrado en esta competición. El fútbol español no son el Madrid y el Barça. Ellos son los primeros de la clase, o están demandados a serlo, pero no marcan el nivel del fútbol español. Marcan su nivel, en general muy bueno, este año circunstancialmente flojo. El nivel de nuestro fútbol lo marcan equipos como el Valencia, que echó al Inter de la Champions, o estos que han trepado hasta la copa de ese alto pino que es la Copa de la UEFA.

Nos deja orgullosos el Espanyol, que ha enterrado un fantasma histórico, porque aquel lejano tres a cero dilapidado en la final de la Copa de la UEFA, precisamente, ante otro equipo alemán, precisamente, el Bayer Leverkusen, había despertado temores en el españolismo. Para colmo, nada más empezar el partido llegó un gol como un relámpago. Pero el Espanyol tuvo entereza, resistió la tormenta inicial, se puso a jugar, movió, distrajo, se benefició de la doble melonada de Klose, contó con el gol milagrero de Coro y coronó con un lujo de Lacruz. Gran finalista.

Y el Sevilla. Con todos los respetos a Osasuna, el Sevilla era mucho toro. Para él y para cualquiera. Nadie a estas alturas está vivo en todas las competiciones. Nadie muestra esa disposición tan segura. Un grupo al servicio de una idea, unos cuantos jugadores extraordinarios en un grupo de al menos notable alto. Una casa que funciona, una afición feliz de que el nombre de su ciudad esté tan bien representado, hasta un himno de un valor artístico superior a cualquier otro. Eso reúne el Sevilla, ganador de UEFA y Supercopa europea, aspirante a todo esta temporada. Nos vemos en Glasgow.

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