Los sesenta años de Johan Cruyff

Sesenta años ha cumplido Johan Cruyff. 'Tempus fugit sicut ventus', o sea. Recuerdo bien cuando lo fichó el Barça, en 1974. Se abrían las fronteras de nuevo a la importación de extranjeros, cerradas como habían estado desde 1962, por un fiasco en el Mundial de Chile. (El fútbol español ha andado siempre buscando explicaciones y soluciones a sus fiascos en los mundiales). Su precio fue redondo y extraordinario para la época: cien millones de pesetas. Hoy jugadores así (si los hay) se van acercando a los cien millones de euros. Ha cambiado el precio de las cosas, pero sobre todo en el fútbol.

Nació para tener influencia en el fútbol español, sospecho. La primera vez que supimos de él fue cuando un amistoso España-Ajax, preparación del Mundial de 1966. España había ganado la Eurocopa de 1964 (con el gol de Marcelino) y nos las prometíamos muy felices. Pero de repente ese equipo con nombre de jabón de lavadora y que tenía en la delantera un petimetre de cara escurrida e imberbe y flequillito rebelde nos pintó la cara. Villalonga, el seleccionador, se puso nervioso, alteró el equipo que había ganado la Eurocopa y fuimos al Mundial con otra idea. Otra idea peor. Y nos fue mal, claro.

No creo que Cruyff merezca estar al lado de Pelé, Di Stéfano y Maradona, la gran trinidad, pero sí justo detrás, con Charlton, Beckenbauer, Puskas, Garrincha, Zidane, Eusebio y demás. Y en el Barça sólo fue bueno el primero de sus cinco años. Pero después su mano como entrenador-manager-refundador del Barça ha sido inigualable. Llegó a un club a la deriva y le inyectó un estilo y una seguridad que no tenía desde el año cincuenta. Gracias a él, el Barça tiene un patrón. Gracias a él, todo el gusto en el fútbol español se ha refinado. Por eso ahora que cumple los sesenta es justo decirle: ¡qué bueno que viniste, Johan!

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