De los jugadores a los entrenadores

Anoche vimos la otra semifinal de Champions, y realmente fue otra. Parecida en intensidad, vigor, interés... Pero no fue lo mismo, porque en este caso la vara alta la llevaban los entrenadores, no los jugadores. El fútbol que me gusta más a mí es el de los futbolistas, el que se enriquece con las aportaciones salpicadas aquí y allá por Kaká, Cristiano Ronaldo, Rooney... El otro, el fútbol de los entrenadores, no es lo mismo. Es un fútbol trabajo, un fútbol cálculo, un fútbol que consiste en no equivocarse y en penalizar el error del contrario cuando se produce. Un fútbol hecho para pocos goles. Como anoche.

No quiero decir que no hubiera buenos jugadores, que los había. Sobre todo uno: Drogba. Una fiera, un león, un peligro. No es un estilista, pero conoce el juego, tiene físico, aplica perfectamente todo lo que sabe y todo lo que tiene. Memorable su partido. Memorable el esfuerzo de todos, la aplicación, el brío. Fútbol sin cuartel. Pero frente a esas virtudes un vacío: la ausencia de improvisación, de genialidad, de juego verdaderamente artístico. Eso se vio anteanoche en el partido que hubiéramos querido para la final, pero que desgraciadamente no será posible. La final contrastará dos estilos.

Y mientras la Champions nos ignora, la Copa de la UEFA nos compensa. Es la UEFA más española, 'la güefa', decía en broma Juanma Trueba. El Espanyol afronta al Werder Bremen con el recuerdo inevitable de su aventura con el Bayer Leverkusen, aquella final del 3-0 y el 3-0, perdida en los penaltis. Osasuna y Sevilla repiten un duelo macho y severo que se está convirtiendo en un joven clásico de nuestro fútbol, una rivalidad de pierna fuerte y sin cuartel sobrevenida de repente, por esas cosas del fútbol. Tres semifinalistas de la UEFA. Mantienen la antorcha de nuestro fútbol. Muchas gracias a los tres.

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