Roberto de Assis le debe favor al Milán

El Barça ha ganado el premio Laureus al mejor equipo. (El premio, dicho sea de paso, lo otorga un amplio jurado de ignorantes que no han sido aún iluminados por esa revelación de Capello de que el toque-toque es ex fútbol). Ha ganado el Barça, decía, gracias a la excelencia del fútbol que le llevó a conquistar la Champions, un fútbol que gira en torno a un grupo de jugadores sobresalientes pero que se agiganta sobre todo en uno de ellos: Ronaldinho. Su cintura se espesa, la tabla de lavar ya no está tan marcada, pero sigue soltando jugadas indefendibles y transforma tiros libres como nadie.

¿Seguirá en el Barça? Esa es la gran pregunta del fútbol español en este momento, porque jugadores como este no hay y las circunstancias que rodean el caso son especiales. Lo pretende el Milán, club inmensamente rico, porque Berlusconi lo es. Y el hermano de Ronaldinho, al tiempo agente del jugador, está en deuda con el club lombardo, que aceptó hacerse cargo de Oliveira cuando difícilmente tenía salida. Aquel acuerdo, era la antesala del siguiente, el serio: el del traslado de Ronaldinho a Milán. El Milán quiere verse donde se ha visto el Barça anoche: con el premio Laureus. Y con la Champions.

¿Y el Barça? En el Barça las opiniones son encontradas. Algunos, muchos, se hartan de Ronaldinho cada semana, de sus faltas a los entrenamientos, del clan que forma con Deco y Motta, ven golosos los cien millones largos que se podrían sacar por él, recuerdan que es el símbolo de la época Rosell y que incomoda a Etoo, modelo de trabajo y pieza cobrada por Laporta. Pero llega el domingo, llega el partido y las maravillas que hace Ronaldinho crean mala conciencia a los que los seis días anteriores planearon su partida. Seis días fuera y uno dentro. Así está Ronaldinho. Y su hermano no para.

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