Un equipo sin presencia de ánimo

Pues ganamos, pero no me gustó nada España. Más allá de las consideraciones que se pueda hacer de su juego, el problema de este grupo es su arrasadora debilidad moral. Vive a merced de los golpes de fortuna, o de los aciertos puntuales, propios o adversos. Empezó por salir frío, atemorizado, con complejo, sin nervio, sin agresividad, sin presencia, sin nada. La expulsión de Niclas Jensen le animó, así como el público, y hubo un rato bueno, coronado por dos goles excelentes. Viento a favor, once contra diez, público entregado... Así salieron bien las cosas. Dos goles y al descanso tan felices.

Pero bastó que en la segunda parte nos marcaran un gol rápido (un saque de banda lanzado como un cohete por el forzudo Agger y cabeceado a placer por el gigantón Gravgaard) para que el equipo se descompusiera. O, mejor, se había descompuesto medio minuto antes, por un tirazo al palo de Daniel Jensen de cuyo rebote salió ese saque de banda, que aún nos pilló temblando. Bueno, el caso es que desde el 2-1 todo fue una vergüenza. España, que jugaba once contra diez desde el 20', se acobardó, soltó el balón como si le quemara y pasó toda la segunda mitad como si jugara con ocho contra once.

Y el peor, para mi gusto, Luis. Sus cambios terminaron de destruir el crédito del equipo. Quitó a los dos que habían marcado los goles (dos maravillas) y a Xavi. Le quitó al equipo calidad, lo blindó con latón, lo desconectó de la pelota. Él contribuyó más que nadie a acentuar la mandíbula de cristal de este equipo, tan a merced de los elementos, tan incapaz de fijar un criterio, un juego, una personalidad, una talla como conjunto. El resultado nos repone en la tabla, pero en cuanto a crédito, el equipo no avanzó, más bien retrocedió. Este equipo vaga a la deriva, a la merced de las corrientes y las olas.

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