El presunto está en libertad con cargos

Esta noche rematan en Getafe su eliminatoria de Copa el Betis y el Sevilla. Estos finales de partido aplazados vienen a ser como partos con fórceps, en cierto modo un fracaso de la Naturaleza, pero partos al fin. Quiero decir que habrá niño o niña, que habrá semifinalista, en fin. Estas cosas pasan a veces cuando los elementos se alían contra el fútbol (nos pasó no hace tanto en una final de Copa entre el Valencia y el Depor, ganada a la postre por estos) o cuando algún o algunos bárbaros se cruzan en el desarrollo natural del partido. Este es el caso, como fue el de otro muy reciente Valencia-Depor.

Un cierto bochorno se extiende sobre todos al tener que resolver así una eliminatoria. El fútbol, el deporte, fueron concebidos para la alegría, la amistad, la nobleza y la deportividad. Un hecho así es en algún modo un fracaso colectivo. Pero en algo hemos avanzado: el bestia del Valencia-Depor, que el alcanzó al linier Egido Rozas, no apareci pero el del botellazo a Juande sí ha aparecido. Todavía es presunto, está en libertad con cargos, pero está detectado, avergonzado, hundido en su conciencia por culpa de un mal instinto que le arrebató en un mal momento y que le dejará señalado.

No se trata de ser justicieros, pero sí de ser justos. Individualizar a los que tienen esos desahogos brutales es sano, porque libera a los inocentes y hace más reflexivos a los propensos a la irreflexión. El domingo en La Romareda un hincha atlético le tiró algo a Milito cuando celebraba el gol: inmediatamente, hinchas atléticos que le rodeaban le identificaron y le pusieron a disposición de las fuerzas del orden, que le sacaron del campo. Estas cosas no pasaban antes. Los brutos quedaban como brazos anónimos de la multitud. Estamos avanzando, aunque hoy haya que acabar un partido a puerta cerrada.

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