Tal día como hoy se marchó Florentino...

Desde Bernabéu no había conocido presidente del Madrid mejor que él. Desde el sesenta, el Madrid no había tenido los jugadores tan fabulosos como con él tuvo, no había recuperado esa imagen limpia y deslumbrante que se convirtió en leyenda. Su sueño fue quizá demasiado ambicioso, el propio fútbol no estuvo a la altura de su idea, y el modelo se derrumbó demasiado pronto. Queda el recuerdo de esos tres años, el cambio de una Ciudad Deportiva caduca por otra espléndida. Y quedan cuatro torres tremendas como testimonio perenne de aquello: torre Figo, torre Zidane, torre Ronaldo y torre Beckham.

Quizá todo se torció cuando echó a Del Bosque y fichó a Queiroz, que llevaba corbata y por lo visto hablaba idiomas (el español no creo que se lo apuntaran). O quizá fue que mimó demasiado a sus galácticos, como él mismo piensa. El caso es que poco a poco cayó en extravío y acabó haciendo todo aquello de lo que renegaba: fichó centrales (malos o cojos), cesó entrenadores, fichó en invierno, cambió secretarios técnicos... Y todo acabó muy mal. Con Etoo en el Barça, con tres años sin títulos, con Zidane aburrido del fútbol y con unas elecciones que han desunido al madridismo.

Se fue pero su sombra sigue ahí. Sigue ahí porque la legitimidad de Calderón es más bien precaria, por el número de votos en que se sustenta y porque tantos meses de presentarle como provisional calaron en la mente del socio. Pero también sigue ahí porque él lo provoca. Llama aquí y allá, se encuentra con este y con el otro, dice esto o lo otro, o hace que lo digan por él. Añora el puesto que dejó, del mismo modo que el madridismo añora su pulso firme de los primeros años. Pero su actitud actual no es buena, no es constructiva. Se ha convertido en eso que Cruyff llamó el entorno. Algo muy malo.

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