Estalló la famosa bomba de relojería

Cuando el Madrid se encontró con que Etoo fichaba por el Barça, improvisó una explicación: "Les hemos metido una bomba de relojería". Más que una estrategia malvada, expresaban en el fondo un deseo. Etoo se fue del Madrid porque no supieron ver lo buen jugador que era. Acabó en el Barça porque perdieron el control sobre la situación y no pudieron evitarlo. Lo de la bomba de relojería ha terminado por ser verdad, aunque de efecto algo retardado: Etoo ha ganado dos años la Liga con el Barça. Y la última Champions, con gol en la final incluido. Pero ahora sí ha estallado. Con retraso, pero ha estallado.

Y ha estallado mal. Muy feo para el Barça. En cierto modo era 'vox pópuli' que no todo es armonía en Can Barça (¿dónde lo es?), que había bandos, que la salida de Sandro Rosell dejó heridas abiertas, que hay conflictos de egos entre las megaestrellas del equipo. Pero esas cuestiones, que vienen a ser de uso común en el fútbol, parecían mantenerse en una escala manejable. Disimulable. Ahora no. Etoo se enfadó con Rijkaard el domingo y enfadado seguía ayer, trece y martes, ni te cases ni te embarques. Soltó una rajada descomunal en la que lo más grave es que todo suena a verdad. Todo lo que dijo.

Ha definido dos bandos, el del presidente, al que él pertenece, y el de Sandro Rosell, cuya cabeza de cartel es, inequívocamente, Ronaldinho. Ha definido a Rijkaard como mala persona. Ha enfrentado al presidente con el entrenador y lo ha hecho públicamente, con estruendo. ¿Qué puede hacer Laporta? Quizá sólo lo que está haciendo: el Don Tancredo. ¿Y Rijkaard? Ahí se va a ver su pulso de entrenador, en su capacidad para reconducir al genio descarriado. Pero lo tiene difícil: la cuestión de fondo son los celos insuperables que siente Etoo por Ronaldinho. Y el despecho de un celoso es un sentimiento arrasador.

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