España y el célebre 'cuatro' de Cruyff

Decía un día Menotti, hablando de nuestra selección, que España tenía que decidir si quería ser toro o ser torero. Con lo de toro aludía al viejo mito de la furia, sello que nos puso un periodista belga en los remotos JJOO de Amberes, en 1920, cuando España se presentó en sociedad y ganó la medalla de plata. De aquello quedó, aparte de Zamora, el 'goal hercúleo' de Belauste, que, cuentan, le pidió a Sabino que le pasara con estas palabras: "¡A mí el pelotón, que les arrollo!". Sabino le envió el pelotón y parece que efectivamente arrolló a un puñado de suecos y marcó. Había nacido la Furia Española.

Seguramente ese mito, un poco postizo, ha confundido a muchos seleccionadores y ha desvirtuado nuestro fútbol. Al menos eso me pareció cuando empecé a interesarme por el fútbol, y a desesperarme al ver que los Velázquez o Marcial se quedaban sistemáticamente fuera, para dejar el sitio a jugadores de fuerza. Sólo he visto un éxito de España, la Eurocopa de 1964, y aquel equipo lo movían un exquisito del pase largo, Luis Suárez, un mago de la pausa, Carlos Lapetra, y un diablo del regate, Amancio Amaro. Había gente sacrificada, pero no era un equipo de furia. Era un equipo de talento, técnica y habilidad.

Lo pensaba anteanoche, viendo a España torear al equipo inglés. Y pensaba en el Barça y en su inagotable escuela de eso que Cruyff llamaba el 'cuatro'. Jugadores pequeños, de rápido y sabio toque, leves pero inalcanzables. En Old Trafford se juntaron Xavi, Iniesta y Cesc, herederos de la línea que inició Milla y consagró Guardiola. De la misma cepa salió Arteta, que triunfa en el Everton, y ahora el Atlético le busca. Jugadores para hacer fútbol, no para chocar y meter la pierna dura. Estos también hacen falta, como apoyo. Pero el equipo debe hacerse en torno a esos torerillos de la escuela Cruyff.

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