La UEFA y la presidencia de Platini

Las cosas de la pequeña política del fútbol suelen pasar inadvertidas para el gran público, y así ha ocurrido en la elección de Platini como presidente de la UEFA. Podría pensarse que su llegada al puesto que durante tantos años ha ocupado Johansson no es más que un cambio de nombre, la sustitución del que había por uno más joven, poco más que un hecho biológico. Pero la gestión de Platini se va a notar. Su figura no sólo encarna la simpática imagen de un exfutbolista de extraordinaria categoría. Es un hombre que piensa hacer cosas y va a pisar callos. Uno de ellos, el del gran fútbol profesional.

Platini piensa combatir el desequilibrio (que a nosotros nos es favorable, aunque no dejemos de reconocer injusto) entre las grandes ligas y las otras. Por ejemplo: para dentro de dos años se plantea reducir de cuatro a tres el número de representantes en la Champions de las ligas más favorecidos, entre ellas la nuestra. Aspira a un frenar esa especie de capitalismo feroz que tanto disfruta el fútbol de nuestros pagos (el de España, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra) y es partidario del fútbol de cantera, de las escuelas, del regreso a lo autóctono. Y de las trabas a las políticas de grandes fichajes.

No nos beneficia, pero no debemos por ello dejar de contemplarlo con respeto. Vamos aceleradamente hacia un fútbol de dos velocidades, el de la Europa rica y el de la Europa pobre. En la Europa rica todos los equipos empiezan a parecerse demasiado, y todo consiste en quién tiene los galácticos de turno en mejor estado. En la Europa pobre se reproduce el modelo, sólo que con promesas africanas o profesionales suramericanos de segunda línea. El fútbol luminoso de las noches europeas oculta un desprecio a la base que este idealista quiere corregir. El intento es noble. Veremos qué sale de ello.

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