El personaje devoró al futbolista

La Fox pretende convertir la casa de Beckham en el Bernabéu de los reality. Algo parecido debía intuir Ramón Calderón cuando dijo aquello de que el inglés se marchaba "para ser medio actor en Hollywood". Una verdad incontestable revelada en un tono y ante un foro inadecuados. Lo cierto es que Beckham se marcha (sin la cortesía que se espera del Madrid, por culpa de Capello) y ésa es una buena noticia para el club. Es imposible meter en el mismo pellejo a un futbolista de elite y a un icono de su tamaño. Lo soportó en el Manchester United porque entonces su carrera hacía cumbre, pero al primer indicio de flaqueza el irascible Ferguson le abrió la puerta con aquella patada ¿involuntaria? a una bota en el vestuario que estuvo a punto de sacarle un ojo.

La carrera futbolística de Beckham se extingue. Sobre una alfombra roja, bajo los focos, entre fiestas, actores de Hollywood y anuncios de refrescos, perfumes o cuchillas de afeitar, pero se extingue. Primero perdió el desborde, después el tacto en los lanzamientos, más tarde el tren de la selección inglesa y, finalmente, la titularidad en un Madrid en picado con el que no ganó nada. Nunca fue jugador completo sino un soberbio especialista del golpeo. Hoy, de aquel brillante exterior del Manchester queda la honradez profesional, bien valorada por el Bernabéu. Ya no da para el fútbol de elite. Lo saben los grandes clubes de Europa y lo sabe él, que ha firmado en los Galaxy un retiro dorado. El personaje devoró al futbolista quizá demasiado pronto.

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