Hora y media de fútbol: disfrutémoslo

Rebobinemos: el domingo, tras las derrotas consecutivas del Barça (la víspera) y el Sevilla, el Madrid ganó al Zaragoza. Venía de perder dos partidos y de acabar abruptamente sus relaciones con Beckham. Pero aquella, aunque mínima, resultaba una victoria ilusionante. El equipo corrió una enormidad, los fichajes argentinos gustaron, se presentó con éxito el debutante Torres y el pitido final dejaba al Madrid muy bien colocado en la Liga. Inmediatamente, Capello elevó su dedo corazón en gesto de mal gusto y revancha contra dos hinchas levantiscos que tienen a bien mortificarle desde detrás del banquillo.

El triunfo se aguó. La mala noticia emborronaba la buena. Esto pasará, pensé. De hecho, el lunes no ocurrió nada malo, o si pasó ya se me ha olvidado. Pero el martes se tomó la revancha. Calderón se abrió de capote y puso la plaza boca abajo; los jugadores convocaron una comida de hermandad de resultas de la cual todos sabemos qué bandos hay; a Capello le sancionaron. Ayer, el intento de arreglo de Calderón fue un tiro al agua y los capitanes anuncian comparecencia para el viernes, que prolonga el lío. Capello, a todo esto, hizo un chiste siniestro: "A ver ahora quién sanciona al presidente, je, je..."

Bueno, pues por lo menos hoy hay partido. Vuelven Higuaín y Gago. Y Torres. Y los demás. Enfrente el Betis, que es gente en esto del fútbol. Hay partido, qué bien. Cuando sale el toro, todo el mundo se sienta, se dice entre los taurinos. Durante hora y tres cuartos hablará el balón. Si el Madrid gana seguirá en la Copa, pero ¿le servirá de algo? ¿Frenará eso esta carrera de despropósitos, este concurso por ver quién mea más largo? ¿Y si cae...? ¿Qué queda detrás de la doctrina resultadista aparte de este demencial Patio de Monipodio? En fin: hora y tres cuartos de fútbol. Disfrutemos. Luego, Dios dirá.

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