El Aleti nos hechiza ya a tres millones

A mi buen amigo Pedro Luis Ferrer, AS en Zaragoza, se le aflojaron las trancas de la risa floja que le provocó lo de los tres millones de atléticos, la cifra a la que me agarro en el último artículo que apareció por aquí. Los estudios sociológicos que las televisiones privadas utilizaron para evaluar el volumen de cada afición hace diez años, cuando empezaron a competir por la retransmisión de los partidos, aproximaba a once millones y medio el número de seguidores que en España tenía el Real Madrid, diez millones el Barsa, dos millones cien el Atlético de Madrid. Eso sucedió hace una década, no se consideraban algunos factores que permiten pensar actualmente en el aumento de esa cifra, sin exagerar, hasta los tres millones. Entre ellos, además de la expansión del fútbol en Asia, que suma

sorprendentes afectos, está la llegada de la ola migratoria que ha elegido este club como suyo, o tanto como el que más. Otra, el caudal de peques, niños y muchísimas niñas, que han elegido a Fernando Torres como su ídolo, evidencia tan indiscutible como molesta en ámbitos ajenos al nuestro. De ahí el aumento exponencial de peñas atléticas que se disparó como un cohete de los buenos hasta la cifra de 624, trece de ellas fuera de España.

Esto que razono ha sucedido en tiempos de fatiga, juntos por el más árido de los desiertos ¡lo que puede ser este club cuando recupere su paso histórico! Del hechizo atlético os contaré un fascinante sucedido en próximas entregas que no está el arcón como para sacar dos historias a la vez.

De mi amigo Pedro Luis Ferrer, notable historiador que me debe una documentación preciosa sobre el origen del Huesca, me une y me separa el Real Zaragoza. El quiere que gane el cuadro del león siempre, como aconseja la Virgen del Pilar; yo quiero que gane siempre menos cuando juega contra el Aleti, como Dios manda. También me reprocha que no haga análisis futbolístico y haya elegido escribir sobre el sentimiento atlético, incomprensible para él. Para él y para muchos más. A mi el Aleti, su historia, a veces sus gestos, sus símbolos, me emocionan. Es de las pocas fuerzas que me ganan una lágrima. Veo al Aleti y me acuerdo de mi padre que me pasó la antorcha, y de tantos otros que sintieron lo que yo y que son, sí, incomprensibles para los que no pueden sentir lo mismo. Lo lamento por ellos.

Escrito lo cual, que se prepare Relaño, porque a partir de mañana puede que la edición aragonesa se llene de comentarios excelentes, menudas plumas, sobre el hermoso sentimiento zaragocista que es a poco que rasques, de lo que quisiera escribir cada hora mi buen amigo Pedro Luis Ferrer.

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