Baptista se gana otra oportunidad

Huele el Reyno de Navarra al Madrid y se vietnamiza, probablemente porque la fórmula ha tenido éxito en el pasado: Osasuna propone un partido bravo, abrupto y canalla al compás de una afición al borde del reglamento (o por detrás de él) y el Madrid se ablanda, se paraliza y cede. Ayer no funcionó. Y no por culpa de los radicales de Osasuna, que espesaron mucho el ambiente. Entre la botella de Ballantine's que avergonzó al Calderón y la aceitera que ayer retiró Daudén sólo hubo un punto de salvaje originalidad. Y tampoco aflojaron los jugadores de Aguirre, marines de una pieza hasta en el túnel de vestuarios, porque incluso allí llevaron la bronca tras el partido. También el debutante Montejano aguantó en el palco junto a un Izco desatado.

Lo que cambió fue este Madrid obligado al estrabismo, con un ojo en la segunda plaza y otro en la purga que impone su fracaso. Y algunos quieren caer del lado de los supervivientes por la vía del coraje, la valentía y el compromiso. Apunten ahí a Baptista, abandonado desde el principio por el fútbol y la suerte, pero que ha llegado a tiempo para la redención. Su voluntad merece que le revisen la nota.

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