Zidane, adiós y gracias

Zidane disputó, como jugador de club, el último partido de su carrera en un gran escenario cargándose de razón: es el momento de irse, de no estropear un carrera hermosa y muy laureada. Se despedirá definitivamente en el Mundial de Alemania, donde Francia no debe esperar el milagro. No será el remolque imperial de su selección como tampoco lo es ya del Madrid.

Siempre ha quedado en el madridismo la amargura de que Zizou llegó tarde, de que malgastó demasiados años en la Juventus, un equipo que mezclaba mal con su fútbol, con su sentido del gusto y su naturalidad para emprender lo inverosímil. Tenía 29 años cuando lo fichó Florentino por casi 13.000 millones de las antiguas pesetas, récord mundial vigente. "Hubiera pagado más para traerle", solía replicar a quien cuestionaba el precio. Ahora ha llegado al fin de trayecto, le ha caído el viejazo, que diría Gatti, y es incapaz de disimularlo. Ayer, en su puesto favorito, a la espalda de Ronaldo, sin desgaste defensivo durante muchos minutos, paseó su decadencia sin gracia ni frescura. En julio se va. Y si alguien está tentado de hacerle cambiar de idea, que se lo ahorre. Le hará mal a él y al Madrid.

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