El galáctico del momento es Adriano

Empecé en Milán y acabé en Valencia. Suelo seguir estas tardes-noches con el sonido de la SER y los sobresaltos de Morata cada vez que citaba a Adriano me empujaron discretamente hacia Mestalla. Mereció la pena. Morata tenía todos los motivos para su énfasis: Adriano es el galáctico del momento. Recuerdo que le vi hace tres años en el Trofeo Bernabéu, aún jovencísimo. En sólo unos minutos desencadenó una tormenta y ganó el partido para su Inter. Pasaron las semanas y noté que no jugaba. Pregunté y me dijeron: Es que a Cúper no le gusta. Este debe de saber algo que yo no sé, pensé para mí. Quizá me deslumbro con poco.

Pero no. Es que algunos entrenadores son así. Adriano fue suplente y hasta lo cedieron luego al Parma, donde ya hubo que revisar todas las teorías. Ahora nos ha vuelto a España, luciendo todo lo que tiene que tener un futbolista: potencia, visión, habilidad, solidaridad y un cañón en la pierna. Todo lo que hace es tan deslumbrante como efectivo. En él la maravilla no es un adorno, sino un recurso como esa ruleta con caño, única forma de escaparse de Navarro y Cañizares. Me pregunto qué estará pensando ahora Cúper, que lo tuvo y no le quiso. Lo mismo que a Ronaldo, que hubo de escapar de él para golear en Madrid.

Estas eurojornadas de otoño-invierno sirven para hacer cuenta de los últimos méritos para el Balón de Oro y el FIFA Player. Ayer un amigo me escandalizó haciéndome artículo de los méritos de Deco, por sus títulos con el Oporto y su subtítulo con Portugal. Me gusta Deco, sí, pero me parece muy lejos de Ronaldinho y de Shevchenko, con los que ayer compartió césped. Y de Henry, por supuesto, que anoche marcó en Atenas para que no nos olvidemos de él. Pero frente a todos estos y otros más se alza ahora la figura imponente de Adriano, el jugador del mundo que menos querría tener uno enfrente de su equipo favorito.

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