España sigue sin tener un equipo

Vamos por el quinto partido de la era Luis y, se mire por donde se mire, el equipo no aparece. Los prometedores primeros veinte minutos de Bélgica quedaron sepultados por la vulgaridad posterior. Entre eso y que en Lituania nos espera frío, mal campo y un rival directo y duro, que buscará el centro alto y el rebote, Luis modifica el equipo una vez más. Hay cambios en los nombres y en la estructura. Hace un equipo sólido, del que se apean tres artistas, Joaquín, Reyes y Niño Torres, más Del Horno, que también tiene ese toque (aunque con cuentagotas) y entran en su lugar jugadores más sólidos, más firmes, más aguerridos.

Y lo peor es que tampoco podemos quejarnos mucho. Los artistas que se caen del cartel no hicieron ante Bélgica nada que les defienda de este discreto pase a la reserva. No cabe duda: hay jugadores a los que le pesa la Selección. No es lo mismo jugar en el club de uno que en el equipo nacional, con los ojos de todo el país puestos en el cogote. No les pasa sólo a los nuestros: en Francia están hartos de que Henry sea una cosa con el Arsenal y otra con el gallo en el pecho. Algo así era lo que le quería decir Luis a Reyes en su desafortunado fervorín captado por las cámaras: no sea como él, aproveche la Selección para superarle. Pero no sirvió.

De nodo que este equipo es Raúl y diez más, como viene siendo desde hace años. Raúl ha pasado un bache descomunal (yo llegué a descreer de que se repusiera, lo confieso) pero no ha salido nadie capaz de desbancarle. De la mitad para adelante del equipo, sólo él es fijo. Se lo ha ganado. El único día en que Luis le dejó como suplente, ante Escocia, salió en la segunda mitad y antes de que se apagara la luz hizo lo único notable del equipo: la jugada del penalti y su transformación. Los demás delanteros no hacen méritos. Cuando están no convencen y si luego vuelven es porque otros convencieron menos. Eso es lo que hay, guste o no.

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