Madrid y Barça como vasos comunicantes

El Madrid y el Barça son como vasos comunicantes: cuando uno sube, el otro baja, y viceversa. Así que pienso que ese aire alicaído del madridismo tiene más que ver con la euforia del barcelonismo que con la propia realidad madridista. Bien mirado, el Madrid tiene lo que tenía el año pasado por estas fechas, más Samuel, Owen, Morientes y (se supone) Woodgate. El año pasado por estas fechas el madridismo estaba dando botes, sin dedos para contar todas las copas que su equipo iba a ganar. Mientras, el Barça estrenaba presidente, al que se le veía cara de tipo educado y algo pardillo. Inofensivo, vamos. Incapaz de presentar pelea.

Un año después, el Barça está eufórico, dentro y fuera del campo de juego. Hace surf sobre una ola de euforia, como bien describía ayer Fabián Ortiz en la previa. Juega con desmarque, dinamismo, precisión y buen gusto. Tiene abundantes caras nuevas y ha levantado la bandera del fútbol alegre y ofensivo, esa bandera por la que todos temíamos tras asistir al triunfo del otro estilo en la UEFA, la Champions y la Eurocopa. Así que no es extraño que el madridismo ande alicaído. Le ocurre lo contrario: sin caras nuevas (las que hay están en el banquillo o en la enfermería), con un fútbol lentorrón, echando en falta todo lo que tiene el Barça.

Cuatro años ha sido el Madrid el equipo de moda. Ahora lo es el Barça. ¿Por cuánto tiempo? Eso va a depender de que Camacho consiga por fin arrancar esa moto que se le atasca. Camacho empieza a estar nervioso y se le nota en algún gesto, o en alguna respuesta borde como la que soltó el domingo cuando le preguntaron por Raúl. No me extraña. Sabe que la gente esperaba que con él este equipo echara chispas y que hasta ahora no las echa. Más bien es un muermo. Pero la calidad está ahí y los antecedentes ante el Bayer Leverkusen son magníficos. Es un equipo que ha llenado de éxitos recientes al Madrid. Quizá hoy cambie la racha.

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