Siempre salen como motos, pero...

Primera jornada: tres expulsados en Primera y nueve en Segunda. Segunda jornada: un expulsado en Primera y cuatro en Segunda. Se lo comentaba el otro día: los árbitros se reúnen en verano, repasan, unifican criterios, hacen propósitos, se refuerzan en posturas de firmeza. Y en la primera jornada salen como motos. Pero dura poco. El parón para las selecciones deja ya lejos aquella primera jornada, más lejos aún aquellos propósitos. Entradas como la de Josetxo vimos esta jornada muchas, pero ya no son sancionables. Josetxo ha sido, como Iván de la Peña, como César Ferrando, y como tantos otros, víctima de aquella fiebre.

De eso me quejo: de que no haya unidad de criterio, ni constancia, en el arbitraje español. Se puede admitir que ocurran cosas como el gol de Di Vaio. Posiblemente, a Rodríguez Santiago la jugada le coge en un mal ángulo: viene corriendo por detrás de Di Vaio y el balón le desaparece por delante del jugador; en la banda, el linier quizá esté tapado por un par de defensas del Athletic, que corren en línea con el italiano. Mala suerte. Esas cosas pueden pasar y son inevitables. Pero los cambios de criterio en la severidad para con las entradas duras y para los agarrones en las áreas sólo contribuyen a crear confusión y malestar.

En realidad, el Reglamento es muy sencillo. Casi podría decirse que es una ley natural. No hace falta mucho para distinguir qué se puede y qué no se puede hacer, qué cosas son desleales para con el espíritu del juego y cuáles no. Pero el uso lo va desgastando. Los árbitros han ido generando vicios, como no pitar en el área lo que sí se pita fuera, o no pitarles a los defensas lo que sí se les pita a los delanteros. De vez en cuando ponen su mejor voluntad en dar un tirón de riendas, pero pronto abandonan, y así sólo consiguen crear la sensación de haber producido víctimas inocentes. Y más confusión sobre lo que vale y lo que no.

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