Un intento por recuperar el Reglamento

Veo salir a Hierro en el minuto 85 del Bolton-Liverpool y me avergüenzo. Coge a un rival por la camiseta, lo zarandea, y lo derriba. El árbitro le amonesta y Hierro hasta parece extrañado. ¿Por qué? Por la tendencia un tanto permisiva que hemos cultivado durante años en el fútbol español, y que ahora, según veo, se pretende corregir. En el primer fin de semana del campeonato ha habido trece expulsiones, entre Primera y Segunda. Algunas bastante tontas, como la de Ferrando, en la que detecté cierto afán por parte de Iturralde por estrenar eso de expulsar al entrenador sin tarjeta. Pero varias fueron por patadas por detrás. Y eso está mejor.

Este verano, los árbitros han sido exortados, entre otras cosas de menor importancia, a ser severos con las patadas por detrás y con los agarrones en el área, los ushiro nage como el de Marchena a Raúl, para entendernos. Me parece de perlas. Los que llevamos años viendo fútbol hemos comprobado cómo con los años el Reglamento se ha ido desgastando en su uso, por culpa de la permisividad de los árbitros. En unos sitios más que otros. En España, más que en Inglaterra, por ejemplo. De ahí lo de Hierro. Ahora los árbitros quieren dar un tirón de riendas, y bienvenido sea. Aunque al principio extrañará.

Lo malo sería que ocurriera como he visto que ha ocurrido otras temporadas: que salen como motos y a la tercera jornada vuelven a relajar la tensión y reaparece ese arbitraje que parece cómplice del defensor, al que se permite todo: agarrar, obstruir, intimidar, romper cejas o narices con el codo o entrar por detrás peligrosamente, en plan apártate o ya verás. Lo malo de esto es que en la práctica ha llegado a tal grado que el paladar de la afición e incluso de los comentaristas (sobre todo los ex árbitros) ha ido santificando ese acercamiento a la barbarie. Quizá estemos aún a tiempo que recordar cómo es el reglamento. Ojalá así sea.

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