Una semana mala y una semana buena

Al final, salvo nueva alegría hoy, diecinueve medallas. Una primera semana mala, una segunda semana buena. Nota media, regular. Bueno, regular tirando a buena si se tiene en cuenta que es nuestro segundo mejor registro de siempre y que tras las veintidós medallas de Barcelona habíamos bajado a diecisiete en Atlanta y a once en Sydney. El ciclismo (en sus modalidades distintas de la carretera) y la vela han sido los grandes impulsores de este retorno. Pero ha habido medallas en varias otras modalidades, y diplomas en muchas más. Los suficientes como para avalar la diversidad en las inclinaciones y aptitudes deportivas de este país.

Algunos se preguntan si España haría bien, si pudiera, en cambiar todas esas medallas por las de Argentina en fútbol y baloncesto. Pues no, no haríamos bien. La diversidad es buena también en el deporte. Todas esas modalidades con las que sólo nos encontramos de Juegos en Juegos exaltan diferentes destrezas, construyen sofisticadas técnicas, nos hacen mejorar. Y es de agradecer ese esfuerzo silencioso de tantos y tantos deportistas, técnicos y federativos a los que entre Juegos y Juegos no dedicamos atención, ni en estas páginas ni en otras, ni en las televisiones ni en las radios. Ellos nos pagan ese desdén con su esfuerzo y sus medallas.

Además, no cambiaría nuestro equipo de baloncesto por el argentino, por mucha medalla que haya conseguido. Ni por ninguno. Ha ganado seis partidos y perdido uno. Ha ganado a los dos finalistas. No ha sido medalla por una perversa mezcla de sistema de competición raro, actitud del equipo USA-NBA más rara todavía y variaciones de criterio en los arbitrajes. Pero este equipo ha parado a España ante el televisor, nos ha hecho sentirnos orgullosos y ha lucido en su seno al gran ídolo del deporte español en este momento histórico: Pau Gasol. Ese se vuelve sin medalla, pero con el mayor de los reconocimientos.

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