Phelps se ha puesto el listón muy alto

El relevo de 4x100 libres de Suráfrica se ha quedado con uno de los ocho oros a los que aspiraba Phelps. O sea, que en el mejor de los casos se quedará en siete, los mismos que Mark Spitz en Múnich. Y para que se dé el mejor de los casos debe ganar esta tarde una final de órdago a la grande, la de 200 libres, en la que va a vérselas con Van Hoogenband, el gran especialista en la distancia, y con Ian Thorpe, el otro monstruo de la natación del momento. Phelps quedó por detrás de Thorpe en la semifinal que compartieron. En la otra, Van Hoogenband hizo mejor marca que ellos dos. A la vista de ello cabe preguntarse si Phelps podrá ganar hoy.

Será esta tarde, a las 18:43. No sé si ganará o no Phelps, pero de momento le ha hecho ya un gran bien a la natación, porque ha volcado todas las miradas del mundo hacia la final de esta tarde. Pocos momentos van a ofrecer estos Juegos de tanta intensidad como este reto a tres que implica a la vieja Europa, a los Estados Unidos y a ese país-continente que es Australia, donde la natación es casi una religión. No es éste un deporte que apasione en España. De hecho, es de los pocos que se han descolgado del fenomenal desarrollo deportivo del país desde Barcelona 92, pero, ¿quién querría perderse el espectáculo de esta tarde?

Phelps ya no reunirá ocho medallas de oro, pero a mí me gustaría que reuniera siete. Y aun si se quedara en algunas menos yo seguiría aplaudiendo el gesto de este muchacho de Baltimore, de esta especie de mutante bracilargo y piernicorto, con un físico privilegiado para nadar y que se ha propuesto explotar su talento hasta el punto de superar cualquier referencia anterior. Y especialmente la principal de todas: aquellas lejanas siete medallas de oro de Mark Spitz. Esa propuesta grandiosa hermosea estos Juegos, hermosea la natación, hermosea el deporte entero. Pase lo que pase, ya se ha ganado un sitio entre los más grandes.

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