El día en que el viento cambió en Sevilla

Hay días que marcan la historia. También la pequeña historia del fútbol. Me viene ahora a la memoria aquella noche en la que el Madrid visitó al Sevilla en la Liga. Faltaba Michel Salgado y por no poner a Olalla, el dos del B, Queiroz organizó un descalzaperros: Pavón a la derecha, desparramado por Reyes, y Rubén en el centro, corto de experiencia y largo de nervios. Antes de la media hora el Madrid perdía por tres goles y Rubén, sustituido, lloraba en el banquillo. De aquello salió Reyes con un contrato para el Arsenal y el proyecto de Zidanes y Pavones con media estocada en el hoyo de las agujas. Fue el principio del fin de aquel sueño.

Lo recuerdo ahora porque Florentino va a gastarse cincuenta millones en dos centrales: Samuel y Carvalho. A veinticinco por barba. Samuel ya está y lo de Carvalho es inminente. Todo nació en aquella noche, la primera en la que se produjo esa impresión de que el Madrid estaba tan cogido por los pelos que en cuanto faltaba uno todo se desmoronaba. Cincuenta millones dan para un galáctico, para cualquier galáctico, por caro que sea. Incluso para Henry. Pero las circunstancias mandan y el Madrid ha tenido que abandonar aquella propuesta, aquella exaltación del fútbol como una de las bellas artes, por otra más prosaica.

Lástima. A mí me hubiera gustado que saliera adelante aquel plan. Inversión en talento atacante, defensas de la cantera, Beckham y Guti en la media... Una concepción lúdica y casi libertaria con la que Florentino se proponía inaugurar una nueva época en el fútbol. Ahora, con cincuenta millones en dos centrales, con Grecia campeona de Europa (más el Oporto, más el Valencia) aquel sueño empieza a parecer lejano. Yo aún creo que algún entrenador con más luces y grandeza que Queiroz hubiera podido demostrar que aquello era factible. Pero la oportunidad se escapó. Así que ahora toca aplaudir a Grecia y comprar centrales.

Lo más visto

Más noticias