Sabia decisión que no exigía tanto rollo

Bueno, pues habemus papa. Al final fue Luis, sabia decisión, para la que no hacía falta tanto rollo. Desde que se supo que Alemany daba su plácet (hay que elogiar su actitud de sacrifico propio en favor del bien común) todo lo que ha seguido ha sobrado. Un marear la perdiz de Villar en busca de una salida para no hacer algo que le desagradaba visiblemente, pero que en realidad le favorece. El fútbol español en general aprueba esta elección y cualquier otra se hubiera entendido regular o mal. Luis tiene un respeto general en el mundo del fútbol, entre sus colegas y entre los jugadores, y una trayectoria que merecía un colofón así.

Luis llegó al fútbol mayor a principios de los sesenta. Criado en la cantera del Madrid Imperial, cuando le llegó la edad del salto se encontró su puesto cerrado por Del Sol, nada menos. Tras una serie de cesiones recaló en el Betis, a donde le envió el club (con disgusto de Bernabéu cuando lo supo) como parte del pago por el fichaje del lateral Isidro, padre de Quique Flores. Allí cuajó en un jugadorazo, interior de juego inteligente, muy industrioso y con facilidad para aparecer en el área y marcar. Lo fichó el Atlético (el Madrid lo quiso recuperar, pero le dio apuro pagar por un jugador que había dejado ir) y allí hizo leyenda.

Fue líder y estudioso, y ya en sus últimos años hacía un poquito de entrenador cuando el de turno floejaba. Por eso no le costó nada ocupar el banquillo cuando se lo pidieron, en plena temporada, de un día para otro. Tantos años después sigue con la misma afición de entonces. Pese a lo que su aspecto un tanto descuidado podría hacer pensar, en el trabajo es minucioso y detallista. Con los jugadores tiene un trato ideal. Eso le ha permitido pasar largamente de los mil partidos como entrenador, en plenitud de sus potencialidades profesionales. Ahora le llega el reto más bonito y más difícil de su carrera. Que tenga mucha suerte.

Lo más visto

Más noticias